martes, 24 de julio de 2007

Solo el amor vive para siempre...

“No hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esta frase? Muchas veces, ¿verdad?, pero en varias ocasiones hemos hecho todo lo contrario, ¿no es así?

Uno de los maestros de la ley le preguntó a Jesús:
¿Cuál es el mandamiento más importante de todos?
Jesús le contestó:
El primero y más importante de los mandamientos es el que dice así: "¡Escucha, pueblo de Israel! Sólo Dios es nuestro dueño; él es nuestro único Dios. Ámalo con todo tu corazón; es decir, con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales". Y el segundo mandamiento en importancia es: "Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo". Ningún otro mandamiento es más importante que estos dos. Mr. 12: 28-34 (TLA)


¿Quién es mi prójimo? ¿Será aquél que nos encontramos en la calle, el rico, pobre, el mendigo, el blanco, el negro o el mestizo...? Sí, él es nuestro prójimo. Pero también recordemos que prójimo es sinónimo de próximo. Algunas veces nos cuesta trabajo amar verdaderamente a nuestro prójimo que está más cercano a nosotros, en el trabajo, en la escuela. Aquella persona con la que tengo contacto día a día y que a veces humanamente me es difícil convivir, por el hecho de que no compartimos las mismas ideas, o no nos gusta su forma de ser, o por que comete errores frecuentes en el trabajo, o nos disgustan sus éxitos, o su popularidad con los demás, pero en esos momentos es donde verdaderamente entra el amor sincero por nuestro semejante.

Recuerda que Dios, rechaza categóricamente toda injusticia y todo tipo de violencia; Él ha creado todo por amor al ser humano y nos ha creado a todos para amar. El fue educando paulatinamente a la humanidad hacia el amor, nos reveló la plenitud de su amor en Jesucristo y nos dio este mandamiento de amarnos como hermanos.
Te en cuenta que la persona que no se interesa por sus semejantes es quien tiene las mayores dificultades en la vida y causa las mayores heridas a los demás. En lugar de censurar a la gente, tratemos de comprenderla. Tratemos de imaginarnos por qué hacen lo que hacen. Eso es mucho más provechoso y más interesante que la crítica; y de ello surge la simpatía, la tolerancia el respeto y la bondad. “Saberlo todo es perdonarlo todo”. El mismo Dios, no se propone juzgar al hombre hasta el fin de sus días”. Entonces, ¿por qué hemos de juzgarlo tu y yo?

Ama e interésate sinceramente por lo demás, que la otra persona se sienta importante, muestra simpatía por sus ideas sus deseos y logros, y bríndale un comentario positivo cada vez que puedas. Pero sobre todo bríndale una sonrisa sincera porque ¿A quién no le gusta recibir una sonrisa? La Sonrisa es un buen detalle práctico de amor al prójimo. No cuesta nada, pero crea mucho, enriquece a quienes la reciben, sin empobrecer a quien la da. Sonreír plácidamente, ser amable cordial y abierto con todos; muchas veces ayuda a quitar aquel polvillo rutinario del trabajo, que se ha ido acumulando a lo largo de las jornadas. ¿Que más prueba de amor al prójimo podemos dar? Esta es una forma sencilla y práctica. Y recuerda que:

Si no tengo amor, de nada me sirve hablar todos los idiomas del mundo, y hasta el idioma de los ángeles. Si no tengo amor, soy como un pedazo de metal ruidoso; ¡soy como una campana desafinada!

Si no tengo amor, de nada me sirve hablar de parte de Dios y conocer sus planes secretos. De nada me sirve que mi confianza en Dios sea capaz de mover montañas.
Si no tengo amor, de nada me sirve darles a los pobres todo lo que tengo. De nada me sirve dedicarme en cuerpo y alma a ayudar a los demás.
El que ama tiene paciencia en todo, y siempre es amable.
El que ama no es envidioso, ni se cree más que nadie.
No es orgulloso.
No es grosero ni egoísta.
No se enoja por cualquier cosa.
No se pasa la vida recordando lo malo que otros le han hecho.
No aplaude a los malvados, sino a los que hablan con la verdad.
El que ama es capaz de aguantarlo todo, de creerlo todo, de esperarlo todo, de soportarlo todo.
Sólo el amor vive para siempre. 1 Corintios 13: 1-8 (TLA)


--Clara Zamudio--

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