sábado, 10 de marzo de 2007

Viviendo Conforme a la Carne

Porque si vivís conforme a la carne, moriréis;
pero si por el Espíritu hacéis morir
las obras de la carne, viviréis.

Rom. 8:13

La naturaleza es violenta. La vida y la muerte es la ley de la selva, del bosque y de las corrientes de agua. El león acecha a la gacela. La garza azul se queda inmóvil al borde de un estanque con su largo pico listo para matar. A cierta altura, un halcón cola roja mantiene cerca sus mortales garras mientras observa el movimiento en la grama de abajo. Una familia de leopardos vive a expensas de la lenta cebra. El dolor de un conejo es lo que mantiene viva a un águila. Cada uno sobrevive con la muerte del otro.

El principio de que nada vive a menos que algo muera se extiende más allá de la naturaleza. También se aplica a nuestro andar con Dios.

Míralo de esta manera: todos hemos cometido pecados que disfrutamos mucho. Puede haber sido algo tan privado como: pensar lascivamente en una persona mientras estaba en clase, o copiar en un examen quizás mentirle a alguien, de repente emborracharse en una fiesta. Como también puede haber sido tan grave como robar en un centro comercial, Etc.

La pregunta es esta: ¿De donde vinieron los deseos que llevaron a esa clase de conducta? La respuesta es: de nuestros corazones, de nuestra manera de pensar que se hizo presa de la carne y actuamos en base a nuestros impulsos.

¿Cómo paramos? ¿Qué podemos hacer para obedecer al Espíritu Santo y no a nuestros deseos pecaminosos? Lo mismo que hace la naturaleza; matar esos deseos. Sé con ellos tan implacable como es la zorra con la perdiz. Mientras permitas que esos deseos vivan, te van a causar un dolor personal y la desaprobación de Dios.

Es por eso que el Señor dijo tan claramente a sus discípulos, y a nosotros, que debemos morir al yo si es que vamos a escogerlo a Él (LC.9:23-24)
[1]. Debemos optar continuamente por dejar morir el yo de manera que el Espíritu pueda tener el control.

Jesús murió para que pudiéramos tener vida espiritual, y nosotros debemos morir a nuestros deseos egoístas para que Él pueda vivir en nosotros.
Mira en tu interior ¿Qué tiene que morir en ti para que Él pueda vivir libremente dentro de ti?


[1] Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame. Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí este la salvará.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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