sábado, 14 de abril de 2007

Pastor de Jóvenes - Formador de Equipo (Parte 1)

Pastor de Jóvenes, ¿Llanero Solitario o Formador de Equipo?

Uno de los factores más importantes para el crecimiento personal del pastor de jóvenes, como también para el crecimiento de su grupo, es, sin duda alguna, el equipo de trabajo con el que cuenta. John Maxwell afirma en uno de sus libros que «todo se cae o se levanta» según el equipo de trabajo que uno forme integralmente.

Hemos visto a lo largo del tiempo cientos de grupos juveniles, ministerios, grupos de trabajo y demás; todos, bien intencionados, pero la gran mayoría fracasados por una sencilla razón: «sus líderes quisieron ser los llaneros solitarios del cristianismo», pero estoy seguro de que sin ninguna mala intención. Según lo que yo recuerdo de la historia bíblica, en el cristianismo del primer siglo no existen llaneros solitarios. Si tiene dudas, pregúnteles a Jacobo y a Juan que pretendían sentarse al lado derecho e izquierdo de Jesús en el paraíso, según su sobreprotectora madre. Pedro tampoco se quedó atrás. ¿Recuerda ese encuentro?: «¡Jesús, no vayas a Jerusalén!», lo reconvino. Con ese gran consejo buscaba llamar la atención. En resumen, «llaneros solitarios», pero que fueron frenados en el intento.

El que padece el mal de «llanero solitario», entre otros, puede presentar los siguientes síntomas:
1. Se queja continuamente
Pasa su tiempo quejándose de su grupo; ya sea porque no responden como él quisiera o porque muchos no siguen los consejos e instrucciones o porque, cada vez que se realiza un evento, los que participan siempre son los mismos cinco. En realidad, la culpa no es del grupo, sino de la falta de iniciativa del líder de no formar un equipo que ayude al desarrollo del grupo.

2. Se la pasa regañando a sus muchachos
La frustración que siente se la contagia hábilmente a todos los demás. Esto genera un descontento en el grupo, pues «ellos lo dan todo pero nunca quedan bien con su pastor».

3. Cree que el único que sabe hacer bien las cosas es él
Según su criterio, siempre él haría mejor todas las cosas. Por eso, nunca apreciará como bueno el trabajo de los demás y como consecuencia el crecimiento del grupo se verá obstaculizado. En cierto artículo leí que los tiburones en cautiverio crecen en proporción al tamaño de la pecera donde son hospedados. Si los tiran al mar crecerán de acuerdo a su tamaño normal. Así sucede con todo equipo. Las personas en él crecerán si nosotros les brindamos el espacio para que lo hagan.

4. Le teme a los errores
Una de las armas más poderosas para estimular el crecimiento de nuestro equipo es darle oportunidades con un margen razonable de error para que lo «usen». Recuerde que todos nos equivocamos, de lo contrario, los lápices no tendrían borrador.

5. No distingue entre grupo y equipo
De algo estoy convencido, que «el grupo es diferente del equipo» —¡Punto!—. El grupo de jóvenes son todos los chicos y chicas, que por primera vez van a la iglesia o que tienen años de llegar a las reuniones y eventos. Como diríamos bíblicamente: el pueblo. A diferencia del grupo, el equipo debe permanecer cercano al pastor a fin de ser formados por él, para que, a su vez, ayuden al desarrollo y crecimiento del grupo de una manera integral.

Entonces, el trabajo del pastor de jóvenes se enfocará en aquellos que haya escogido en oración. Con ellos compartirá y realizará sus sueños y visión. Es a ellos que llamará «mi equipo» «mis discípulos», «mis hijos espirituales», «mis doce —diez, o los que tenga—», al fin, ni el nombre ni la cantidad es importante, pero sí el principio de formar el equipo. Por ese equipo deberá desvelarse, porque se esforzará para que sus enseñanzas, mediante el poder del Espíritu Santo, formen el carácter de Cristo en cada uno de ellos. Deberá amarlos, cuidarlos y formarlos como si fueran sus propios hijos.

6. Siempre tiene «buenas» excusas
Al rey David Dios le dio por equipo un grupo de hombres, endeudados, afligidos, abatidos y de ellos el rey hizo un ejército de valientes. Pero sinceramente, ¿quién quisiera jugar la final de fútbol contra Brasil con el equipo del barrio, donde juegan: «Chucho», «el Chicle», «Leopoldo»…?, ¿o quién sería capaz de pelear contra un ejército armado con una «ametralladora de juguete»? Pero de lo que sí estoy seguro es que hoy podemos repetir la frase célebre de David cuando se enfrentó al gigante: «Tu vienes a mí con espada…. más yo en EL NOMBRE DE JEHOVÁ DE LOS EJÉRCITOS» y, literalmente, le «voló» la cabeza.

Permítame darle algunos consejos prácticos para la formación de su equipo. Sus miembros son en realidad sus discípulos y usted su formador o mentor moldeado por el Gran Maestro. Antes de los consejos permítame decirle qué es un discípulo. Es alguien que escucha, aprende, hace y enseña a otros lo que aprendió de su maestro.
Continuará............

--MARCO VEGA--

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